domingo, septiembre 24, 2017

Libros: Hernán Cortés. Mitos y leyendas del conquistador de Nueva España.

Hernán Cortés. Mitos y leyendas del conquistador de Nueva España

Estebán Mira Caballos
Fundación de los Pizarro
Badajoz
2017
367 págs.
Este libro debía ser simplemente una edición de bolsillo de mi libro Hernán Cortés: el fin de una leyenda (Badajoz, 2010). Sin embargo, al final ha sido mucho más que una reedición, pues hemos corregido errores detectados en la primera edición, ampliado aspectos poco tratados e incorporado bibliografía reciente y hasta documentos nuevos que hemos localizado entre 2010 y 2016. Por ello, dado que se trata de una obra esencialmente diferente, nos hemos permitido titularla como Hernán Cortés: mitos y leyendas del conquistador de Nueva España, usando el título de la Conferencia inaugural de los Coloquios Históricos de Extremadura que impartí en Trujillo en el año 2015.
La historiografía tradicional entendía la expansión occidental como una gesta protagonizada por unos hombres que ampliaron la frontera del mundo civilizado y de la cristiandad. España era vista como un prodigio de espiritualidad, como la gran abanderada del catolicismo, luchando contra los bereberes, los árabes, los turcos, los protestantes europeos y, cómo no, contra los paganos amerindios. Según esta línea historiográfica los conquistadores fueron unos instrumentos de la providencia para hacer llegar la palabra de Dios a los rincones más ignotos. Se trataba de forjar la historia patria en torno a símbolos imaginarios que aglutinaran al colectivo. Esta leyenda apologética y legitimadora se ha mantenido vigente hasta el siglo XXI, pues es posible rastrearla sin solución de continuidad desde la misma época de los descubrimientos hasta la actualidad. Sin embargo, desgraciadamente la historia no fue tan heroica; aquello fue una guerra en la que unos eran los conquistadores, es decir, los invasores, y otros, los conquistados o invadidos. En ese sentido, cualquier tipo de reacción de los naturales por defenderse, fuesen o no crueles, debemos contemplarlas como legítimas.
El caso de Hernán Cortés es muy particular porque se ha escrito tanto de él y durante tanto tiempo que no resulta fácil separar la historia de la leyenda, es decir, la realidad de la ficción. Además, ocurre una curiosa paradoja; pese a la extensísima historiografía siguen existiendo muchísimas sombras, infinidad de aspectos que nos son total o parcialmente desconocidos. Y ello debido a dos causas fundamentalmente: primera, a los silencios del propio conquistador que, aunque escribió muchísimo, apenas se refirió a los aspectos más íntimos de su biografía y, menos aún, a sus orígenes en su Extremadura natal. De hecho, abundan los documentos oficiales o judiciales pero escasean los escritos personales, tales como cartas privadas, diarios o anotaciones personales. Por culpa de ese silencio, provocado por él mismo, han quedado muchos huecos que la historiografía se ha encargado de rellenar como buenamente ha podido. Y es que los historiadores siempre han mostrado una cierta intolerancia a los vacíos que suelen cubrirlos simple y llanamente con imaginación o con altas dosis de invención. Y segunda, a las tergiversaciones de unos y de otros que han tendido más a imaginar su figura que a investigarla. No en vano, abunda más la novela histórica que el trabajo científico. Además, se ha primado el hecho mismo de la Conquista, en detrimento de la propia vida de sus protagonistas.
Durante siglos la historiografía cortesiana ha estado polarizada en dos extremos opuestos, los defensores y los detractores. Obviamente, los primeros lo presentaban como un héroe civilizador, la reencarnación del Cid Campeador, mientras que los segundos lo tildaban de ser un precoz genocida del quinientos. No obstante, conviene aclarar que las historias hagiográficas son infinitamente más numerosas, entre otras cosas porque nadie dedica varios años a investigar a un personaje al que no admira. Reiteradamente se han mostrado actuaciones comunes como hechos excepcionales y hasta sobrenaturales. Su figura ha sido fuente de inspiración de poetas, dramaturgos, novelistas, historiadores, teólogos, visionarios y patriotas. Pero la verdad es que la conquista del imperio mexica fue excepcional en el sentido que un puñado de hombres en muy poco tiempo ocupó un amplio territorio pero, en lo demás, fue un capítulo más en la imposición del más fuerte sobre el más débil. Había un sinnúmero de precedentes de imperios similares al mexica, y aun mayores, que habían caído en manos de un puñado de invasores. Baste con citar el caso del Imperio Romano de Occidente, aniquilado por un grupo de desorganizadas hordas germánicas. Y dentro del contexto del siglo XVI, la actuación de Cortés no fue muy diferente a la de otros conquistadores. Sus comportamientos, sus estrategias, sus sentimientos, sus actitudes y sus pensamientos fueron similares al del resto de sus compañeros. Quizás lo más particular de su caso es que conquistase todo un imperio con un número tan limitado de efectivos. Pero, no fue el único pues Francisco Pizarro dispuso de tres veces menos fuerzas frente a un imperio no menos poderoso que el mexica. En cualquier caso, creo que la metodología utilizada hasta ahora no ha sido la adecuada. Urge investigar su figura a partir de fuentes primarias y anteponiendo la razón a la pasión.
De sus orígenes familiares, de su vida hasta 1519, y de su etapa final en España, hasta su muerte en Castilleja de la Cuesta, apenas si disponemos de unos pocos datos documentales. Hacia 1940 escribió F. A. Kirkpatrick que de la Conquista de México sabíamos mucho porque disponíamos de centenares de testimonios de primera mano pero, en cambio, de su infancia y juventud en Extremadura apenas teníamos unos pocos datos fiables. Se trata de unas palabras que no han perdido todavía vigencia. De hecho, dos de los máximos estudiosos actuales, como los mexicanos Juan Miralles y José Luis Martínez se han manifestado en este mismo sentido. Es obvio, pues, que de su infancia y juventud en tierras hispanas, entre 1484 y 1504, median dos décadas de las que no tenemos noticias. Asimismo, desde su primera llegada a La Española, en 1504, hasta 1519 median otros tres lustros en los tampoco disponemos de fuentes documentales. En definitiva, estamos hablando de una etapa comprendida entre 1484 y 1519, es decir de ¡35 años! en los que apenas nos constan dos o tres datos fiables. En cambio, la conquista de México se conoce tan bien que casi se podrían secuenciar sus actuaciones día a día. Contrasta, pues, con las pocas noticias que existen para reconstruir su vida antes y después de la Conquista. Ante estos vacíos, los cronistas recurrieron a la erudición y a la leyenda, perpetuando en el tiempo meras conjeturas que a base de repetirlas han llegado a nuestros días como verdades absolutas.
Llegados a este punto, cabría preguntarse ¿por qué sabemos tan poco sobre sus orígenes? Hay que empezar diciendo que se trata de una constante en otros muchos personajes de la historia, incluidos numerosos descubridores y conquistadores, como Cristóbal Colón, Hernando de Soto, Francisco Pizarro o Diego de Almagro. Unos trataban de ocultar un pasado semita y otros su baja cuna, que no favorecía nada su nuevo estatus de personas afamadas y ricas. En el caso concreto del metellinense, el silencio es más llamativo porque nos dejó cientos de folios redactados de su puño y letra, entre ellos sus famosísimas Cartas de Relación. Sin embargo, apenas se refirió a su vida antes de la Conquista. ¿Por qué lo omitió? Lo desconocemos, pero probablemente su engrandecimiento tras la Conquista así como sus aspiraciones por entroncar con lo más granado de la nobleza hispana, le hicieron dejar de lado sus verdaderos orígenes familiares que, sin ser plebeyos, no estaban a la altura de sus nuevas circunstancias.
Además, dispuso de cronistas propios, como Francisco López de Gómara, o muy influidos por él, Francisco Cervantes de Salazar, que le permitieron difundir su versión personal de los hechos. Y consiguió su objetivo, pues la mayor parte de los historiadores que han escrito sobre él y su conquista han tomado casi a pie juntillas todo lo que afirmó López de Gómara. Éste, al parecer se fundamentó en lo que el propio conquistador le contó, es decir, en lo que éste quiso que supiera. Sin embargo, todos los vacíos los rellenó como mejor pudo, intentando acercarlo lo más posible al ideal que imponían los héroes de las novelas de caballería. El resto de los datos los aportan otros cronistas, como el padre Las Casas, nada afecto al metellinense, quien contradice algunas de las afirmaciones de Gómara. Bernal Díaz del Castillo, miembro de la hueste de Cortés y algún que otro cronista, aportan algunas informaciones adicionales.
Como puede apreciarse en esta obra, sigue existiendo documentación inédita sobre el tema en los archivos españoles. Es más su propio juicio de residencia, iniciado por el licenciado Luis Ponce de León, aunque inconcluso, no ha sido estudiado en su integridad.
En este trabajo tratamos de arrojar luz precisamente sobre los aspectos más desconocidos de su biografía, es decir, de su infancia y juventud hasta 1519 y de los últimos años de su vida en la Península Ibérica. Concretamente, sobre sus orígenes familiares, nos remontaremos incluso a su bisabuelo paterno, Nuño Cortés, pasando por su abuelo, por sus padres y por su vida en tierras de Medellín. Intentaremos reconstruir, con nueva documentación, su infancia y su juventud, su paso por Salamanca –que no por la Universidad- y por Valladolid, su embarque para La Española y su vida hasta su gran aventura conquistadora iniciada, como es bien sabido, en 1519. Hemos localizado más de una treintena de documentos inéditos aunque, por desgracia, sigue habiendo un problema de fuentes. Gran parte de la documentación que se custodiaba en los archivos de su terruño natal, y que hubiese resultado fundamental para reconstruir sus orígenes, fue destruida en la Edad Contemporánea, primero en la Guerra de la Independencia y, luego, en la Guerra Civil. En Medellín no se conserva prácticamente ningún documento de los siglos XV y XVI. Sí los hay, en cambio, en la vecina localidad de Don Benito, tan vinculada también a la familia Cortés.

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